El recorrido ha sido largo, agotador. Sin perder comba, sin sosiego, sin una tregua. Las alas arrastran el polvo del camino y las lluvias torrenciales suman barro al peso del cansancio. El contador del tiempo tiene grietas. La fuerza se cuela entre las ranuras delgadas, casi imperceptibles del vuelo raso.
Urge una alto, ahora; ahí, detrás de esas rocas que esquivan el viento racheado de levante fuerte. Es ahora o nunca. Para aliviar la tensión del viaje que dibujó muchos otoños y otras tantas primaveras. Es ahora o nunca. Para volver a ver desde lo alto montañas y llanuras en su dimensión exacta.
Hoy y ahora. Ayer ya no existe. Mañana tal vez no llegue. Ahora, momentos de silencio y de espera. Para curar las heridas inevitables y volver a volar.